Por los hijos, TODO

1 Sep 2018

Por los hijos, TODO

*Sara limpia la casa. Le gusta el orden. Se esmera para que el rústico piso se vea limpio. Mientras prepara el almuerzo, aprovecha para conversar sobre su vida y anhelos.  La casa huele a comida de hogar. La acompañan sus dos hijos menores de 14 y 16 años que disfrutan de su receso escolar. Su hija mayor no está en casa.

Sara nació y creció en el resguardo El Sande en Samaniego, Nariño. La zona era frecuentada por integrantes de la guerrilla de las FARC. Ella sentía que su causa era justa y aunque nunca empuñó un arma, sí colaboraba con ellos. “A mí eso de las armas si no me gusta. Nunca me ha gustado. No estoy de acuerdo con eso”, afirma categóricamente.

Ella vive hace un año junto a su familia en el Espacio Territorial de Capacitación y Reincorporación (ETCR), en la Variante, zona rural de Tumaco. Su actual compañero estuvo en la guerrilla durante 24 años y fue comandante uno de sus frentes.

“Yo no había querido venirme para acá antes por mis hijos. Ellos estaban estudiando allá donde vivíamos, además tenía miedo de que el proceso de paz no funcionara porque si fracasaba, entonces ¿qué iba a hacer yo con mi familia?”, cuenta Sara. A ella y sus compañeros, la presencia de la Misión de Verificación en el ETCR les da tranquilidad de que las cosas irán bien. Desde que Sara tomó la decisión de mudarse allí tuvo muy claro que no había vuelta atrás:

“Yo a la finca no regreso. No quiero poner en riesgo a mi familia. Acá hay que empezar una vida nueva”.

 

 

 

 

En búsqueda de esa vida nueva, con gran esmero ha emprendido por su cuenta diferentes cultivos. “La alimentación que nos llega se va a acabar en algún momento y hay que buscar la forma de alimentarnos nosotros mismos”, dice. Convencida de esto, pidió autorización a la Junta directiva del ETCR y en un predio cercano a su casa inició pequeños cultivos de fríjol, maíz, yuca, caña y maní con semillas que ha comprado más otras que le han obsequiado. Con apoyo de sus hijos compró unas gallinas y unos cerdos para criarlos y lograr así la proteína para la familia.

Los cultivos toman su tiempo para dar fruto, así que decidió que para tener un ingreso rápido, aunque fuera modesto, había que pensar en otra alternativa. Instaló en su casa una pequeña tienda en la que vende algunos artículos de aseo y dulces para los habitantes del ETCR.  Entre la tienda, las gallinas, los cerdos y los cultivos, Sara pasa sus días bastante atareada.

“Quiero aprender de todo. Soy campesina y se cómo cultivar la tierra, pero es bueno aprender técnicas nuevas”, dice.

 

 

 

 

Ella sigue con los ojos puestos en el futuro, y como ella misma dice, el pasado es mejor dejarlo atrás. Sueña con aprender cómo administrar un negocio grande y por lo que quiere tener un negocio propio para pagar el estudio de sus hijos. “Mi hijo menor quiere estudiar astronomía, imagínese usted. El otro si quiere ser dizque futbolista, antes quería ser jinete. Le encantan los caballos”. Sonríe al verlos en casa junto a ella.

Sara es una de las cerca de cincuenta mujeres que vive en el ETCR y como la mayoría de ellas, su mayor preocupación es el futuro de sus hijos y por ellos prefiere por sobre todas las cosas, la paz.  “Los proyectos se han demorado un poco en llegar, pero hay que tener paciencia, ya a la guerra no se puede devolver uno, ¿a qué?”, se pregunta. Acá finalmente estamos tranquilos, viviendo sin temor, se puede salir a buscar el medio para salir adelante.

*Nombre cambiado por solicitud de la entrevistada.

 

Por: Nadya González, Oficial de Información Pública - Regional Pasto. 
Misión de Verificación de la ONU en Colombia