Memoria y caminos de paz, la construcción colectiva de comunidades y firmantes en Vigía del Fuerte, Antioquia

8 Oct 2025

Memoria y caminos de paz, la construcción colectiva de comunidades y firmantes en Vigía del Fuerte, Antioquia


A punta de pala y machete, comunidades del río Arquía, en Vigía del Fuerte, Antioquia, trabajan juntas buscando recuperar un camino ancestral.

La lancha está lista para salir del puerto de Quibdó. Mientras algunos botes se amontonan para recoger y dejar pasajeros, el equipo de la Misión de Verificación de la ONU parte en la lancha rumbo a Vigía del Fuerte, en el Atrato antioqueño. Pastor, un hombre que conoce cada curva del río, revisa que todo esté listo antes de salir.  Cuatro horas de trayecto revelan un mundo ribereño: casas en palafito, pescadores madrugadores, cultivos escondidos entre la espesura y niños y ancianos que desde la orilla agitan la mano a los viajeros.  En el río, saludar es como una norma, es un gesto de reconocimiento entre quienes comparten sus aguas como camino y destino.
 



En Tagachí, un corregimiento de Quibdó, se abandona la amplitud del Atrato para adentrarse en el río Arquía; un río más íntimo y verde, de aguas tranquilas que reflejan como espejo los árboles en las orillas, algunos a punto de caerse por la erosión. El equipo de oficiales de terreno se trasborda al bote de Carlos, un lanchero bien conocido por su amabilidad y sonrisa permanente. Una hora y media tomará el recorrido hasta el corregimiento de Vegáez, uno de los corregimientos más alejados de Antioquia que hoy protagoniza una historia de memoria y reconciliación, posible gracias al Acuerdo de Paz.
 



En Vegáez hay un sol inclemente; hombres, mujeres y jóvenes levantan palas y descargan arena y piedras sobre un sendero que atraviesa la selva. Usan unos motocargueros entregados por la Agencia de Reincorporación y Normalización (ARN), agencia que llegó a la zona gracias al Acuerdo de Paz de 2016 entre el Gobierno y las FARC-EP, y porque en las obras de la vía trabajan firmantes del Acuerdo.

Las obras en este corregimiento del municipio de Vigía del Fuerte transcurren en una especie de minga comunitaria que reúne a líderes comunitarios, estudiantes y firmantes de paz, unidos por un mismo propósito: recuperan un camino ancestral que los comunica con el corregimiento de Vidrí. Vegáez, rodeado de ríos y montañas, es un corregimiento aislado, especialmente en épocas de sequía, cuando el caudal del Arquía baja y la navegación se dificulta. En esos momentos, que no son pocos, es cuando esta vía se convierte en vital.


Huellas del conflicto

El río Arquía ha sido escenario de profundas huellas del conflicto armado en Colombia. Durante años, la zona estuvo marcada por la presencia de distintos actores armados ilegales, con graves afectaciones a sus comunidades afrodescendientes e indígenas, que vieron restringida su movilidad, su acceso a medios de vida y la seguridad de sus territorios.

Tras la firma del Acuerdo de Paz en 2016, las cosas han empezado a cambiar, pero siempre con desafíos. Primero se instaló un Espacio Territorial de Capacitación y Reincorporación (ETCR), el de Vidrí, que se convirtió en referente de los procesos de transición de la vida armada a la vida civil de 480 exintegrantes de las antiguas FARC-EP. Sin embargo, el ETCR cerró en 2018 y dispersó a muchos excombatientes hacia cascos urbanos o zonas rurales vecinas. En esa nueva realidad, un grupo de firmantes decidió permanecer en el río Arquía, algunos se quedaron en Vidrí, otros en Vegáez y en otras comunidades cercanas. Hoy, juntos, apuestan por proyectos productivos agrícolas y comunitarios que son ejemplo de resiliencia y reconciliación, como la recuperación del camino ancestral.
 


Manos a la obra

En la plaza de Vegáez, la comunidad recibe con rostros de alivio y alegría a los visitantes. No hay tiempo que perder: hombres, mujeres, ancianos y niños se reparten tareas para adecuar el camino ancestral. Mientras unos cargan motocargueros, otros descargan y esparcen el material sobre la vía. Jóvenes como Willington, con el sudor corriéndole por el rostro, lo resumen con orgullo: “Este camino nos sirve a todos, es futuro para nuestra gente”.
 


La tradición del convite o la minga no solo representa el trabajo comunitario, también simboliza unión, solidaridad y esperanza. Las mujeres preparan sancocho y bebidas para sostener la jornada. Aunque ya se han intervenido 1.600 metros de los 5 kilómetros de la vía, la comunidad insiste en que con más apoyo institucional podrían avanzar mucho más rápido.

Entre quienes coordinan la obra está Johan Perea, representante del Consejo Comunitario Menor de Vegáez y excombatiente de las FARC-EP. Su liderazgo ha sido clave para que el proyecto avance. Hoy, además de liderar en su comunidad, integra la Unidad de Implementación del Acuerdo Final de Paz en el Chocó y hace parte del Programa Especial de Armonización para el Capítulo Étnico. “Aquí la paz se construye con las manos de todos”, afirma, señalando la casa comunitaria levantada en cemento: dos pisos que servirán para reuniones, velaciones y hospedaje de estudiantes y visitantes. Su historia refleja la transformación de muchos firmantes: ya no son combatientes, sino líderes que dialogan, gestionan proyectos y trabajan por territorios históricamente olvidados.
 

El NAR étnico

Uno de los avances más significativos en la región ha sido la creación de la Nueva Área de reincorporación, NAR, denominado NAR étnico de Vidrí, un espacio de reincorporación con enfoque diferencial que integra prácticas culturales y organizativas de comunidades afro e indígenas. Este proceso, impulsado por excombatientes y acompañado por la Misión de Verificación de la ONU, ha permitido mantener cohesión comunitaria y fortalecer el liderazgo en torno a la paz.

En 2023, durante el V Encuentro Nacional de Reincorporación, se resaltó la importancia de los NAR étnicos como respuesta a la dispersión de excombatientes tras el cierre del ETCR Vidrí. Un mes después, cerca de 50 excombatientes que habitan Vigía del Fuerte y Bojayá se reunieron en Vegaez, acompañados por la Misión de Verificación, para crear el NAR Étnico de Reincorporación Vidrí. Ese impulso se consolidó en mayo de 2024 con la Asamblea Nacional de Firmantes Étnicos Construyendo Paz, realizada en el Carmen del Darién (Chocó), donde nació la Asociación Nacional de Firmantes Étnicos (ANFECP), que reúne a más de 1.250 excombatientes pertenecientes a comunidades negras, indígenas, palenqueras, raizales y rom. Estos espacios han sido claves para trabajar de forma conjunta con instituciones del Estado, instancias del Acuerdo de Paz y organizaciones étnicas de la región, así como, mantener la cohesión comunitaria y el liderazgo en torno a la reconciliación.
 


Estos liderazgos organizados y en coordinación con la comunidad son los que se han propuesto hacer una serie de obras para la comunidad y recuperar este camino ancestral, el cual, no se limita al transporte de mercancías y productos agrícolas. Para 23 estudiantes, que cada día caminan cerca de una hora desde Vidrí para asistir a clases en Vegáez, es la diferencia entre poder continuar la secundaria o abandonarla. Yurledys es una de ellas. Entre risas y bajo el sol sofocante, la adolescente explica que el camino es vital para que ella y muchos otros puedan continuar sus estudios. A su lado, un niño interviene en la entrevista: “las serpientes representan un riesgo cuando el monte está montado, pero mientras la vía se mantenga limpia y adecuada, el peligro disminuye”.

El beneficio se extiende a los seis consejos comunitarios menores del Arquía —Vegáez, Belén, Isleta, Vidrí, Puerto Medellín y Puerto Palacio— que participan sin excepción en los convites o migas comunitarias, demostrando que la vía es un proyecto colectivo.
 

Un pueblo que sueña

Al final de la jornada, la comunidad insiste en su llamado: necesitan más apoyo del Estado, de empresas y de la sociedad para culminar el camino. Frente al parque, una placa con decenas de nombres de víctimas del conflicto recuerda que la paz en Vegáez no se da por sentada: es fruto de la memoria y del trabajo compartido.
 


Vegáez no es solo un corregimiento lejano en medio de montañas y selva, es un pueblo de memoria y de esperanza. Un territorio que resiste en comunidad, que sueña con energía limpia, con caminos transitables, con la reconciliación como bandera. Allí, cada pala alzada bajo el sol es también un acto de paz.


Por: Melissa Jaimes
Oficial de Información Pública, Regional Quibdó 
Misión de Verificación de la ONU en Colombia