“Mi vida campesina, no la cambio por nadie”: Juan Machado
En zona rural del corregimiento Loma de Bojayá, ubicado a orillas del río de su mismo nombre, en Chocó, un grupo de personas en proceso de reincorporación y sus familias demuestran que sí es posible la convivencia pacífica. La reincorporación a través del estudio y el trabajo en el campo les ha brindado una nueva vida que no quisieran perder.
Cuenta Juan Machado, un riosuceño de 47 años de edad en proceso de reincorporación, que Loma de Bojayá fue alguna vez la cabecera municipal de Bojayá, Chocó. Con los años y los desplazamientos de la población por el conflicto armado, el pueblo se trasladó a Bellavista a orillas del río Atrato.
Hoy en día, Loma de Bojayá es un corregimiento que está creciendo, es un pueblo tranquilo de gente entusiasta. Esa, es también la percepción que se lleva el equipo de la Misión de Verificación, entre ellos el oficial de terreno Albert Llado, quienes llegaron al lugar, junto con la ARN, para verificar la reincorporación y las garantías de seguridad de excombatientes en la zona y de la comunidad.
“Desde la última vez que vinimos, hace como dos meses, se pueden ver algunas mejoras en la Loma”, comenta Llado mientras camina y señala una vivienda, “por ejemplo, los arreglos en las viviendas con madera nueva, eso le da muy buen aspecto a este lugar”.
En la zona rural de Loma de Bojayá, al igual que Machado, viven cerca de once compañeros en proceso de reincorporación. Tiempo atrás, cuando hacían parte del frente 57 de las FARC-EP, establecieron familias con mujeres de la zona. Hoy en día son reconocidos por su esfuerzo en la construcción de paz, dando ejemplo de convivencia y de superación.
La Loma tiene pocos servicios. Sus calles de concreto son angostas y limpias. Tiene un centro de salud y una planta que proporciona energía eléctrica desde las dos de la tarde hasta las once de la noche, y si hay algo que enorgullezca a sus habitantes es la institución Educativa Agropecuaria Loma de Bojayá.
Educación, la clave para la reincorporación
Su sede principal está en la Loma, pero tiene aulas de clases en las diferentes veredas aledañas. Según su rectora Olimpa Allín, son cerca de 400 estudiantes que alberga la institución agropecuaria, la mitad de éstos asisten al casco urbano de la Loma. Sus aulas son amplias, tiene una cancha de fútbol y una de baloncesto. Su enfoque agropecuario es lo que más impacta.
La institución está ubicada en un terreno amplio, tiene un galpón para cría de gallinas, un estanque para el cultivo de peces, huertas caseras y cultivos de borojó, cacao, y plátano. “Son espacios indispensables para que los estudiantes pongan en práctica lo que aprenden día a día en la institución”, afirma John Ibarguen, un docente comprometido con su labor, que llegó hace trece años trasladado de la zona del río San Juan al sur del Chocó.
Ibarguen es uno de los 24 docentes de la institución educativa y actualmente se encarga del programa de educación para adultos. Cuenta que, a finales de 2018, la Misión de Verificación y la ARN le solicitaron a la institución ofrecer clases de nivelación escolar al grupo de exguerrilleros de la Loma. “Las clases las iniciamos en enero de 2019. Los fines de semana, ellos reciben los conocimientos de las asignaturas básicas como matemáticas y español, sin embargo, lo que más les gusta son las asignaturas relacionadas con la agricultura”, agrega Ibarguen.
Juan Machado, por ejemplo, ya cursa noveno grado en el programa. Según sus compañeros, es uno de los estudiantes más destacados. Machado dice que le gusta leer y es un apasionado de la agricultura: “el trabajo del campo es agradecido; la verdad no cambio mi vida, queremos vivir tranquilos, tengo un cultivo de plátano, yuca, arroz y borojó, también tengo gallinas. Todos mis productos vienen y los compran a la vereda donde vivo con mi familia”.
El grupo ha demostrado pasión por el campo y el deseo de aprender que se ve reflejado en todas sus actividades agrícolas; ponen en práctica lo reforzado en las parcelas donde cultivan maíz y plátano. También crían gallinas y cerdos. Con el apoyo de la ARN y del estado, buscan fortalecer el campo con proyectos individuales de reincorporación.
La vida campesina es un estilo de vida
Wilson Cuesta es otro excombatiente que vive hace años en la zona. “La Loma de Bojayá es una tierra fértil, aquí cualquier cosa que se siembre crece muy bien”, dice. Cuesta habla muy poco sobre su vida en la guerrilla, es un capítulo de su historia que no le interesa recordar. Al contrario, habla mucho de cómo es la vida en el campo. Se siente orgulloso de lo que hace ahora, se ve en su cara de felicidad cuando habla, no para de sonreír.
“Muchos viven también de la madera. Aquí se saca Choibá, Cedro, Chanú, Uino y Roble. Se vende por millar, es decir 1200 pulgadas”.
A Quibdó se lleva la madera en un bote enorme, le caben 26 millares por viaje, casi que 700 bloques de madera. Un millar de Choiba lo pueden vender en un millón de pesos, cuando es revendido en las ciudades supera hasta tres veces ese valor.
“También se vive del trueque, cuando las cosas están duras no hay quien compre los cerdos, por ejemplo, lo que hacemos es intercambiar un animal por arrobas de plátano y otras cosas que podamos necesitar”. Los pollos de engorde pueden alcanzar en menos de 45 días un peso de 8 libras. Se venden mejor que los cerdos.
A los pollos y los cerdos los crían a punta de maíz. Los cultivos de maíz son extensos, un fique o bulto con dos quintales, casi 105 kilos, puede venderse en 250 mil pesos; el problema es que no hay cómo sacarlo. A diferencia del plátano es menos apetecido en el mercado de Quibdó, llevarlo a otro lado sería más costoso por el transporte fluvial, pues el valor de la gasolina es tan alto que tener un bote con motor es un lujo completo. En la región, la cobertura de señal de telefonía celular es baja.
Aunque el progreso de la región lo ven poco a poco, Machado y el grupo tienen la esperanza de que la implementación del Acuerdo de Paz ayude a mejorar la vida de las comunidades donde están. A pesar de las dificultades, la gente se quiere quedar a vivir en La Loma. Los docentes disfrutan trabajar en esta comunidad y las personas en proceso de reincorporación están dando lo mejor de su parte para que la paz se convierta en la mayor motivación de progreso y reconciliación de la región.
Melissa Jaimes Ochoa, Oficial de Información Pública
Regional Quibdó, Misión de Verificación de la ONU en Colombia