El cementerio que se convirtió en escenario de memoria y reconciliación en Palmira, Valle del Cauca
Comparecientes ante la JEP de las extintas Farc y de la fuerza pública trabajan juntos con el objetivo común de contribuir a la búsqueda de personas dadas por desaparecidas, hacer ejercicios de memoria y crear conciencia en la sociedad para que estos hechos no se repitan.
“Mi nombre es Luz Sneider Vargas, vivo acá en el Valle y busco a Jennifer Johana Guzmán Vargas, mi hija, desaparecida el 23 de junio de 2008, en Llorente, Nariño. Por favor, si alguien sabe de ella o de su paradero, informar”. ¡Corte!
La voz de Luz Sneider se escucha en un rincón de la Plaza de Bolívar de Palmira, Valle del Cauca, mientras graban su testimonio sobre el evento de conmemoración que está teniendo lugar en el marco de la semana del detenido desaparecido, que se celebró entre el 26 y el 31 de mayo y fue promovido por la Corporación para el Desarrollo Regional (CDR), con un grupo de mujeres buscadoras, que agrupa madres, esposas, hermanas e hijas, que buscan activamente a sus familiares desaparecidos en el contexto del conflicto armado. Como Luz Sneider Vargas, una a una de estas mujeres va narrando su historia. Algunas llevan más de 20 años en la búsqueda, otras lloran a familiares que han fallecido sin conocer el paradero de sus seres queridos.
Todas comparten un mismo dolor, una misma incertidumbre, una misma lucha. Otra mujer buscadora, Betty González, cuenta que desde hace más de 20 años busca a su hijo Jairo Alfredo Hurtado González, desaparecido en Sonsón, Antioquia, el 13 de mayo de 2013. Ella habla del trabajo y las actividades en las que participa con varias compañeras de diferentes municipios del Valle del Cauca, recordando a sus seres queridos y persistiendo para que no sean olvidados.

En este contexto, Betty destaca “una iniciativa muy bella”, en sus palabras, en el cementerio de Palmira. “Allí se ha escogido una parte del lugar para poner dignamente a personas no identificadas. Allá ya hicimos un mural con los comparecientes ante la Jurisdicción Especial para la Paz, JEP, y estamos contentas porque las personas pueden venir y tal vez encontrar a sus seres queridos”.
Una experiencia de reconciliación
Betty habla de un proyecto que se viene adelantando en el cementerio de Palmira y que comenzó en abril de 2024 entre dos organizaciones: la Corporación Reencuentros, constituida por cerca de 100 firmantes de paz que se dedican a la búsqueda de personas dadas por desaparecidas, y de la Fundación Comité de Reconciliación, organización que agrupa a exintegrantes de la fuerza pública que comparecen ante la JEP.

Tras superar las entendibles desconfianzas y prejuicios, pues hacían parte en la guerra de bandos opuestos, los miembros de las dos organizaciones decidieron trabajar en conjunto en la adecuación de un predio en el cementerio de Palmira y la construcción de 720 osarios para la sepultura digna de cuerpos que se puedan encontrar en el cementerio.
Además del objetivo común de contribuir a la búsqueda de personas dadas por desaparecidas, han trabajado también en ejercicios de memoria para promover la sensibilización y crear conciencia en la sociedad acerca de la necesidad de evitar que estos hechos se repitan. En total 53 comparecientes, tanto de las extintas Farc – EP, como de la fuerza pública, trabajan en este proceso.
‘Nos juntamos para encontrarles’
Esta iniciativa comenzó cuando la Corporación Humanitaria Reencuentros, integrada por firmantes de paz, que se propuso inicialmente buscar los cuerpos de sus compañeros que alguna vez cayeron en combate, obtuvo información que le entregó a una familia y que resultó crucial para recuperar el cuerpo de su hijo. Luego, contactaron a la Unidad de Búsqueda de Personas Dadas por Desaparecidas, (UBPD), y con su apoyo lograron ubicar una fosa y de allí recuperar el cuerpo de este joven para hacer la entrega a sus familiares. Así surgió un proceso en este lote del cementerio de Palmira, que es conocido por haber sido durante años receptor de cuerpos de personas no identificadas, fallecidas en múltiples circunstancias, muchas asociadas al conflicto armado. De allí el nombre que algunos le han dado: el patio del olvido.

Pero el trabajo resultó más desafiante de lo que se podía dimensionar. Según cifras de la Unidad de Búsqueda de Personas Dadas por Desaparecidas (UBPD), en este lugar ya han sido encontrados y recuperados 62 cuerpos que están esperando ser identificados por el Instituto de Medicina Legal. Además de la identificación, hay que procurar una sepultura digna para estas personas, muchas de las cuales pueden quedar incluso sin ser reconocidas o recuperadas por sus familias. Según cifras de la misma UBPD, el universo personas desaparecidas en el marco del conflicto armado en Colombia es de 126.895 personas.
María Carlina Osorno Llanos es hermana y prima buscadora, oriunda de Buga, Valle del Cauca. Tiene familiares desaparecidos desde 1990. “Hace 5 años me dijeron que nuestro caso estaba archivado en la Fiscalía”. Tras no encontrar respuestas, finalmente hace 4 años vio un evento que coordinaba la Corporación para el Desarrollo Regional en la plaza de Palmira. Con ellos encontró el acompañamiento que necesitaba para seguir su lucha. Ahora participa en talleres, jornadas de sensibilización y a través de la Corporación se vinculó con el proceso de reconciliación que se adelanta en el cementerio. “A ellos les conviene hacer eso, a nosotros también porque (...) podemos encontrar familiares, así no sean los míos, pero los familiares de muchas personas que van a tener cierto respiro, está bien”, dice.
Cambio de imaginarios
Gustavo Arbeláez Cardona, compareciente ante la JEP y parte de la Corporación Reencuentros, resalta que “en nosotros ha habido un cambio de imaginarios. Al principio todos veíamos esto como un ejercicio eminentemente judicial, como una forma de saldar las sanciones que la JEP nos va a colocar, pero en el día a día, en medio de esa comunicación que tenemos permanentemente con las víctimas y los dolores de sus narrativas, hemos entrado a entender esa dinámica del conflicto que en la guerra no la dimensionamos. No ha sido, ni nunca será fácil, tener una víctima al frente, pero esa humanización que nos transmiten, esas narrativas han hecho que nosotros tengamos un cambio muy fuerte que ha reafirmado nuestro compromiso frente a la reconciliación, el compromiso con el Acuerdo de Paz y el compromiso por la no repetición”.
Diego Alberto Bareño, mayor retirado del Ejército, y director de la Fundación Comité de Reconciliación y compareciente ante la JEP, explica que esta iniciativa tiene tres componentes en las líneas restaurativa, de memorialización y de infraestructura: “a través de los ejercicios que hemos realizado con las víctimas, hemos generado un grado de confianza, hablando con sinceridad, respeto y mirando a los ojos”.
La búsqueda del perdón
Al preguntarle a Betty González por su relación con los comparecientes, responde con ternura: “Yo los veo a ellos y no he tenido inconvenientes. Ellos son personas que tal vez las circunstancias de la vida los llevó a eso. Hablo con ellos y les pregunto; me han conectado con personas, porque sigo buscando a mi hijo”. Categórica agrega que “el perdón hay que hacerlo, desde mi corazón tengo que hacerlo. De mi parte tengo que hacer el perdón para estar en paz conmigo misma y con la gente a mi alrededor”.
Sobre el trabajo en el cementerio central, Diana Patricia Rodríguez, otra madre buscadora, rescata la buena comunicación que han tenido con los comparecientes: “se les ve que están dispuestos a cambiar, yo creo que cuando una persona está dispuesta a ayudar y a cambiar su forma de vida, tiene mucho de Dios”.

Gustavo Arbeláez, habla sobre el principal reto al que se ha enfrentado en este camino: “En principio uno cree que hay un efecto negativo en ellas (las víctimas) al tener al frente a los responsables de hechos victimizantes, pero procesos como estos buscan sanación, no solo para ellas sino para uno; ha sido muy fuerte dimensionar el daño que uno produjo al abortar sueños, proyectos de vida que se tenían. Uno mira el reconocimiento y el esfuerzo que ellas hacen a pesar del dolor causado”.
Al preguntar sobre el perdón, Diana Patricia dice sin dudar: “Hay gente que dice: ‘ay, pero es que ellos hicieron ese daño’; pero si nosotros toda la vida vamos a seguir así, si no perdonamos y nos damos la mano, ¿cuándo se va a acabar tanta guerra, ¿cuándo se va a acabar tanto dolor? No es sólo que ellos quieran cambiar, es que nosotros también queramos cambiar”.
Juntos, comparecientes, víctimas, instituciones regionales y locales de la mano con la Iglesia y la cooperación internacional trabajan para lograr ese cambio.
‘Solo desaparece quien se olvida’
Lo que fue conocido como el patio del olvido, hoy comienza a mostrar otra cara. En conjunto se desarrolló un mural externo, para con el mismo comenzar a resignificar lo que ha sido este espacio para la comunidad. “Nos juntamos para encontrarles, solo desaparece quien se olvida” es el mensaje instalado en la entrada de este lote del cementerio. En ese mensaje se resume la lucha que las familias de las personas dadas por desaparecidas lideran desde hace años.
María Carlina resalta que el patio del cementerio ha cambiado y que eso despierta el interés de las personas sobre lo que allí se está haciendo. Diego Alberto es el líder de esta obra: “Para mí es lo más sanador que he podido tener y creo que para los miembros de la fuerza pública también, porque los antagonistas del conflicto, rivales en el conflicto, hoy unidos en un objetivo común que son las víctimas de personas desaparecidas. Nosotros estamos contribuyendo a la paz; para nosotros es muy significativo”.
Ejercicio de memoria
Esfuerzos como los que se adelantan en el cementerio de Palmira son importantes y necesarios. Esta iniciativa ha representado para las víctimas un escenario para encontrarse con quienes han participado en el conflicto y, en virtud de ello, pueden indagar por información sobre sus familiares desaparecidos. Así mismo, los ejercicios de memoria brindan esperanza a estas familias que, tras años de búsqueda, sienten que el olvido de su causa y la indiferencia de algunos sectores de la sociedad aleja la posibilidad de saber qué fue lo que pasó con sus seres queridos.
Para la Misión de Verificación de Naciones Unidas en Colombia las actividades de búsqueda son, en sí mismas, reparadoras. Es importante para las víctimas saber en dónde están sus familiares, en dónde están sus restos y poderle dar un cierre al dolor que vienen experimentando desde hace varios años.

Diana Patricia Rodríguez dice que, para ella “reparar es cuando una persona que ha hecho un daño, de corazón quiere cambiar ese daño que hizo, reemplazándolo, cosiéndolo, tejiendo una conversación. A mí me repararía que las personas que saben dónde está mi hijo, me digan qué pasó, en dónde está él”.
María Carlina agrega que a pesar de los años no renuncia a su causa: “La reparación es la justicia y la verdad. ¡Que se diga todo, todo!”. Betty, con nostalgia comenta que “el dolor sigue en mi corazón. Lo más importante es saber algo de mi hijo, qué le pasó, por qué se lo llevaron”.
Estas madres, hermanas, esposas, familiares pasan sus días no sólo buscando a sus familiares desaparecidos, sino buscando quién las escuche, quien pase la voz, quién les dé información con la esperanza de encontrar a sus seres queridos. Cada persona que se detiene a escuchar o que se compromete a replicar su mensaje o buscar información es un aliciente de que no están solas ni solos en esta búsqueda, porque como dice el mural a la entrada del cementerio, sólo desaparece quien se olvida.
*Este proyecto cuenta con el apoyo del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, la Secretaría de Paz de la Gobernación del Valle, la Alcaldía de Palmira, la Pastoral Social, la Unidad de Búsqueda de Personas dadas por Desaparecidas, la Embajada de Suecia, la GIZ y el acompañamiento de la Misión de Verificación de las Naciones Unidas en Colombia.
Por: Nadya Andrea González Alarcón
Oficial de Comunicaciones - Regional Cali
Misión de Verificación de la ONU en Colombia