El pan como símbolo de paz: los emprendimientos de firmantes de paz en Caquetá
En una región donde el conflicto y la violencia marcaron generaciones, el sonido de la confrontación ha sido reemplazado por el aroma poderoso y transformador del pan recién horneado. Esta es la historia de Alex y Federman, dos hermanos que dejaron atrás la guerra para convertirse en empresarios y líderes de la paz.
Después de la firma del Acuerdo de Paz en 2016, Alex y Federman, dos hermanos nacidos en Paujil, Caquetá, descubrieron en la panadería un arte y una oportunidad para empezar una nueva vida alejada del conflicto armado.

Ambos habían hecho parte de la guerrilla de las FARC, y ambos estaban en prisión acusados de rebelión. Sin embargo, una vez firmado el Acuerdo, pudieron recuperar la libertad y comenzaron su proceso de reincorporación en solitario, lejos de los espacios de reincorporación, pero con el deseo firme de iniciar una nueva vida en la legalidad.
Alex, el mayor, en un principio invirtió los ocho millones de pesos del proyecto productivo al que tenía derecho en virtud del Acuerdo, pero el emprendimiento no prosperó. Lejos de darse por vencido, decidió dedicarse a su verdadera pasión: la panadería, un oficio que había aprendido décadas atrás.
Su pasión por la panadería fue tan fuerte, que luego de trabajar vendiendo panes por encargo desde su casa, logró, 18 meses después, abrir su propia panadería en un barrio a las afueras de San Vicente del Caguán (Caquetá), en un punto estratégico que le ha permitido avanzar y crecer como pequeño empresario. Hoy está pensando en abrir otro punto de venta y cuenta con una red de distribución para tiendas de barrio.

“Queremos comprar una camioneta para ampliar la distribución, contratar más personal y abrir una segunda sucursal que dinamice la economía del municipio. Todo esto lo hacemos por nuestros hijos, por nuestra comunidad, por la paz”, afirma con orgullo.
El cambio ya se refleja en su familia: su hijo cursa estudios universitarios, un símbolo claro de una nueva generación con un futuro distinto. Además, genera más de seis empleos directos, dinamizando la economía de su comunidad.
Incluso su hermano Federman, también firmante de paz, se animó a seguir sus pasos y, con su guía, aprendió el arte de la panadería.
“Mi hermano fue quien me enseñó. Yo sabía muy poco, y con lo que me enseñó empecé a trabajar en panaderías, como empleado, pero siempre con el sueño de tener mi propio negocio”, cuenta.
Después de tres años de sacrificios, deudas, problemas, noches en vela, errores y aprendizajes, Federman ahora trabaja con su esposa en su propia panadería. Hizo dos créditos que está pagando y aún no ha sido beneficiado con ningún proyecto en su calidad de firmante del Acuerdo de Paz. No obstante, espera que le aprueben un proyecto con el que pueda mejorar su negocio. “Yo solicité una planta eléctrica, una nevera y materia prima. Si eso se da, sería de gran ayuda”, dice Federman, padre de dos hijos, quien sigue avanzando en su proceso de reincorporación.
Federman ha dedicado los últimos dos años a consolidar su propio negocio. Gracias a su esfuerzo, al de su familia y a la confianza de sus clientes, recientemente adquirió un horno giratorio, con el que ha duplicado su capacidad de producción.
“Hacemos panes para sándwiches y hamburguesas, y cada vez más negocios nos compran. Todo esto es posible porque le apostamos a la paz y seguimos construyendo un futuro junto a nuestras familias”, comenta.

El impacto de la reincorporación
A ocho años de la firma del Acuerdo de Paz de 2016, la reincorporación tiene un nuevo panorama: 10.265 personas firmantes viven fuera de los Espacios Territoriales de Capacitación y Reincorporación (ETCR), en más de 600 municipios, ya sea en pueblos o ciudades capitales. Independientemente de su localización, la inmensa mayoría sigue comprometida con la paz.
Según fuentes del gobierno, se han aprobado más de 6.000 iniciativas productivas individuales y colectivas en todo el país, beneficiando a más de 11.000 personas. De estas iniciativas, se estima que más del 70 % siguen activas. Sectores como la agricultura, la construcción, el comercio, la moda y la gastronomía han sido testigos de esta transformación. La panadería, en particular, ha emergido como una de las actividades más exitosas, gracias a su conexión con la comunidad, su capacidad para generar ingresos rápidos y sus costos accesibles.
Ocho años después, la gran mayoría de quienes dejaron las armas sigue comprometida con su proceso de reincorporación. De los cerca de 14.000 excombatientes acreditados inicialmente por la Oficina del Alto Comisionado para la Paz (cifra que incluye a personas fallecidas y privadas de libertad), cerca de 12.000 —el 27 % de ellos, mujeres— están vinculados a la Agencia para la Reincorporación y la Normalización y se benefician de su apoyo.
Más allá de las estadísticas, la historia de Alex y Federman refleja el significado de la paz y la reconciliación: la oportunidad de reconstruir vidas, generar empleo digno, impulsar la reconciliación y contribuir al desarrollo de comunidades que han sido marginadas. En su esfuerzo hay determinación, compromiso y una apuesta profunda por el trabajo colectivo. Historias como la suya demuestran que la paz no es solo una finalidad, sino una construcción diaria: madrugar para amasar, resistir las dificultades económicas y no ceder ante los prejuicios, como parte de un proceso vivo que transforma realidades y devuelve la esperanza a quienes más lo necesitan. Construir un país distinto también significa hacerlo, literalmente, con pan y trabajo.

Por:
Camilo Vargas Martínez
Oficial de Información Pública - Oficina Regional Florencia
Misión de Verificación de las Naciones Unidas en Colombia - UNVMC