Contar historias para luchar contra la estigmatización

9 Jul 2020

Contar historias para luchar contra la estigmatización


Jóvenes que habitan el antiguo ETCR, de Tierra Grata, en el Cesar, en norte de Colombia, compartieron sus historias con jóvenes del municipio vecino, se entrevistaron unos a otros, y luego, se animaron a escribir sus historias.

 

Contarle la vida a otra persona, contarle la verdad, abrirle el corazón, es difícil. Pero contarle la vida a un desconocido, que además vive en una zona de la cual tenemos nuestras prevenciones, bien sea por falta de conocimiento o por exceso de él, es más complicado.

Ese fue el ejercicio que hicieron 14 jóvenes, cinco del antiguo Espacio de Capacitación y Reincorporación (ETCR), de Tierra Grata, en Manaure Balcón del Cesar,  y nueve de su comunidad vecina, del corregimiento de San José de Oriente, del municipio de La Paz, Cesar, en la costa norte de Colombia, cerca a la frontera con Venezuela.

Lo hicieron en el marco del proyecto denominado “Jóvenes Líderes de Paz y Reconciliación en Colombia”, que consistió de cuatro talleres, de un día cada uno, en los cuales los jóvenes, de entre 17 y 30 años, aprendieron de sí mismos y de los demás, gracias a una metodología que combina contenidos de construcción de paz, resiliencia, memoria y reconciliación, con actividades lúdicas que les permitieron interactuar y conocerse. Estos talleres fueron realizados en los departamentos de Cesar y Guaviare, por la Misión de Verificación de las Naciones Unidas, en el marco de su estrategia de juventudes, en conjunto con Ciudad Don Bosco, y el Instituto de las Naciones Unidas para la Formación e Investigación  (UNITAR, por sus siglas en inglés), que lidera, en todo el país, el proyecto “Jóvenes Líderes de Paz y Reconciliación en Colombia”.

El ejercicio final de los talleres en Cesar consistió en que cada uno de los participantes del antiguo ETCR de Tierra Grata entrevistó a un joven de la comunidad, y cada uno de los jóvenes de la comunidad hiciera lo mismo con un habitante de Tierra Grata, en un intercambio de historias que también significó para ellos encontrar puntos en común de dos mundos aparentemente opuestos: El primero, el de un poblado que hasta hace un par de años no existía (Tierra Grata) y en el que conviven más de 150 exguerrilleros de las Farc con sus familias; y el segundo, el poblado más cercano, un corregimiento del municipio de La Paz golpeado por décadas de violencia y en donde el 77 por ciento de su población es víctima del conflicto armado.

Uno de los objetivos del proyecto fue fomentar la no-estigmatización y el respeto a los derechos de todas las personas y, en este contexto, se enfocó también en prevenir la estigmatización de aquellas personas que dejaron las armas y se encuentran en proceso de reincorporación.

Carlos Andrés Barbosa fue uno de esos 14 jóvenes que participó de este proyecto. Tiene 18 años, hace parte de la Fundación Construyendo sueños hacia la paz, está recién graduado de bachillerato y también es víctima de la violencia. El asesinato de su tío Eliecer lo marcó, al punto que, confiesa, incentivó el voto por el No en el plebiscito del 2016 sobre el Acuerdo de Paz. Ahora ha cambiado su postura, según cuenta, gracias a una simple escena:

“vi a un policía y a un exguerrillero tomándose un café, como dos amigos, y pensé: si ellos pueden, yo también”.

 

 

 

 

Su relación con los jóvenes de Tierra Grata es tan fructífera, que ahora tienen un proyecto juntos, se trata de Son de Paz, una especie de colectivo cultural con el que intentan, a través de la música, el arte y la cultura, fomentar la reconciliación y reconstruir la memoria de su pueblo. Este proyecto es acompañado por la Misión de Verificación de la ONU, el Programa de Desarrollo y Paz del Cesar, y la Agencia para la Reincorporación y Normalización (ARN).

Carlos Andrés entrevistó a Obet David Aguirre, otro joven que, sin ser excombatiente, terminó decidiendo vivir en un ETCR al lado de los exguerrilleros de las Farc que realizan su proceso de reincorporación en Tierra Grata. Esta es la historia que Carlos Andrés escribió:

 

“El día que decidí ser libre”: Obet David Aguirre Ríos

Por: Carlos Andrés Barbosa.
 

“Por hacer parte de la comunidad LGTBI me tocó alejarme de mi familia, porque mi mamá se enteró de mi orientación sexual y no la aceptó: me echó. Y en parte por eso terminé viviendo aquí, en Manaure, Cesar, en un Espacio de Capacitación y Reincorporación llamado Tierra Grata.

Foto: Marcos Guevara

Yo tengo 22 años, soy de Palmor, un corregimiento de Ciénaga, Magdalena, ubicado en la Sierra Nevada de Santa Marta. Soy desplazado por la violencia, como muchos más de mi pueblo. Cuando salí de Palmor me fui a vivir a Barranquilla, en un apartamento pequeño que el Gobierno le dio a mi mamá por ser víctima de la guerra. Ella no podía vivir ahí, por trabajo, pero me dejó a mí viviendo solo en el apartamento, porque si ahí no vivía nadie, el Gobierno se lo quitaba. En esa época conocí a Adriana, una señora que tenía una miscelánea cerca de mi casa. Yo iba todos los días a la miscelánea a llamar a mi mamá, para contarle que estaba solo y aburrido, yo debía tener catorce años, y la señora Adriana me escuchaba, yo creo que le daba pesar. Un día me dijo que ella también vivía sola, porque su esposo, Jeison, estaba en la cárcel, por un delito que no había cometido. Nos hicimos amigos, luego me ofreció trabajo y al poco tiempo me fui a vivir con ella; yo la considero como mi mamá, porque estuvo conmigo en una época muy difícil para mí.

Por eso cuando mi verdadera mamá me echó de la casa, por ser gay, no dudé en ir a buscarla. A Adriana la volví a ver un 6 de junio de 2018, cuando pisé por primera vez el ETCR de Tierra Grata. Lo primero que me sorprendió del lugar es que a la entrada había un retén militar (todavía está ahí), me hicieron bajar de la moto y me requisaron, yo pregunté ¿por qué la requisa?, y la respuesta que obtuve es que estaba en una zona de reincorporación. ¿Una zona de qué? pensé en voz alta, y un soldado me respondió:  Aquí es donde viven los que antes conformaban la guerrilla de las Farc. Quedé frío, pues ahí todavía no sabía nada.

Cuando logré entrar, Adriana me abrazó y me dijo: “Me alegra que estés aquí. Tenemos que hablar”. Y me confesó que ella era de las Farc y que su esposo también, que no había estado preso por un delito que no cometió, sino por rebelión, y que gracias al Proceso de paz había salido libre. Yo estaba muy confundido. No voy a negar que los estigmaticé, a todos, dentro de mi ignorancia, porque tenía una idea de la guerrilla muy distinta, y me sentí engañado. Parece que yo no era el único que tenía sus secretos.

Cuando conocí el lugar quedé sorprendido y empecé a cambiar mi manera de verlos. De dónde yo vengo lo más importante es el individualismo, y aquí lo que importa es lo colectivo, son como una sola familia, donde, además, mi orientación sexual no es un problema. Aquí pude ser libre, pude ser yo mismo, entre otras cosas, porque Adriana siempre supo que yo era gay. Al principio yo no dije nada de eso, pero hace un año me invitaron a un Encuentro Nacional de Género de las Farc, y empecé a escuchar historias de exguerrilleros que luego de firmar la paz pudieron salir del closet, y me decidí: cuando llegué del encuentro les conté a todos. 

Ahora estoy viviendo aquí mi nueva vida, mi verdadera vida. Soy uno de los encargados de la tienda del ETCR, y hago parte de un proyecto avícola (Pone paz) con enfoque de género, en el que trabajamos 11 mujeres y yo, con el apoyo de British Council y la Agencia para la Reincorporación y Normalización, ARN. Adriana y su esposo se fueron a vivir al Tolima, pero yo quise quedarme, porque aquí puedo ser libre y porque me siento agradecido.

Foto: Marcos Guevara

Foto: Marcos Guevara

En Tierra Grata me he preparado profesionalmente: hice un técnico del SENA, como impulsador de alimentos; cursé un diplomado en fortalecimiento de capacidades para el desarrollo territorial, con el programa de Desarrollo y Paz del Cesar; estudié fotografía y he participado de varios proyectos de juventudes con la Misión de la ONU y UNITAR. También voy a estudiar, ya estoy matriculado en la universidad del Área Andina. Quiero ser psicólogo y aportar mi granito de arena por la paz”.

Historias como la de Obet, se siguen contando y escribiendo en el Cesar, y continuarán escribiéndose en varios lugares mas del país, donde entidades nacionales e internacionales siguen luchando contra la estigmatización y creando puentes de reconciliación.

 

Jorge Quintero
Oficial de Información Pública - regional Valledupar
Misión de Verificación de la ONU en Colombia