Mujeres firmantes de paz y empresarias de Cúcuta quieren seguir construyendo paz en el Catatumbo
A pesar de la crisis del Catatumbo y el inminente traslado del ETCR de Caño Indio, en Tibú, Norte de Santander, ‘Ixora: Inclusivas y Autónomas’, una marca que se impulsó gracias a un encuentro reconciliador entre una firmante de paz y una empresaria de la moda en Cúcuta se niega a desaparecer.

Katerin Avella es una firmante de paz y lideresa social del Catatumbo, que desde la firma del Acuerdo de Paz en 2016 vive en el Espacio Territorial de Capacitación y Reincorporación (ETCR) de Caño Indio, en zona rural de Tibú, Norte de Santander. Lina Garcés es una economista de la Universidad Externado de Colombia, experta en moda y fundadora de ‘Lina’s Closet’, una boutique de ropa de segunda mano ubicada en Cúcuta, a la que ella llama “ropa de segundas oportunidades”.
Sus vidas, aparentemente muy distintas, se cruzaron dando un impulso a ‘Ixora: Inclusivas y Autónomas’, una marca de ropa que diseña faldas estampadas inspiradas en esta flor que vive y renace todo el año en el Catatumbo, y que simboliza la resiliencia y la perseverancia. Juntas, impulsaron la marca Ixora que, a pesar de la reciente crisis del Catatumbo y del inminente traslado del ETCR de Caño Indio por motivos de seguridad, se niegan a dejar desaparecer.
Un impulso a la paz
La historia nació en 2020 en Caño Indio, cuando cinco mujeres firmantes de paz y tres mujeres de su comunidad vecina fundaron la asociación Puntadas por la Paz y, con apoyo de la cooperación internacional y entidades nacionales, montaron en Caño Indio un taller de confecciones con el propósito de generar una nueva fuente de ingresos y ofrecer un espacio de formación, cuidado y empoderamiento femenino que contribuyera a prevenir la violencia basada en género.
Lina y Katerin se conocieron un año después, en el 2021, gracias a una iniciativa de la Misión de Verificación de la ONU en Colombia, que propuso un taller de alta costura en Caño Indio para dar un impulso a la iniciativa de Puntadas por la Paz. La idea era hacer una capacitación en alta costura con expertas en moda que viajaran hasta ETCR para perfeccionar las prendas elaboradas por las mujeres. Lina era una de estas expertas.
Lina tenía una historia personal con el conflicto que la hacía sentir prevenida hacia las personas firmantes de paz. “Yo tenía un dolor muy grande. Crecí con mucha rabia, porque la guerrilla secuestró a mis tíos; incluso contesté llamadas de los guerrilleros cuando era niña”, recuerda. No obstante, movida por un acto personal de perdón, aceptó el desafío, sin revelar su historia.
Invitó a la diseñadora Mónica Bachué, de la marca Leporinos, y juntas organizaron un taller de quince días de trabajo intenso. Cuando llegaron a Caño Indio, lo primero que les sorprendió fue que el lugar estaba en plena selva: observaron unos alojamientos prefabricados en drywall color blanco, con techos de zinc, rodeados de improvisadas carreteras sin pavimento y con una batería de baños comunitarios. Algo muy alejado de las comodidades de la ciudad.

En la primera jornada, en la que hablaron de tallaje, corte y diseño, Lina descubrió el talento innato de las participantes: “La persona que cosía, era quien cosía las botas durante la guerra; quien cortaba, lo hacía con la precisión de una experta”, recuerda Lina. Ella y la diseñadora invitada trataron de sensibilizarlas sobre la moda para intentar dejar atrás las sudaderas y botas, que de alguna manera evocaban el conflicto, para crear una prenda más femenina, con diseño y estampados, y así comenzaron a tejer la historia de las faldas de Ixora.
Vínculos de reconciliación
Al concluir la primera jornada, Lina y Mónica se quedaron a cenar y a dormir en la casa de Katerin, dentro del ETCR. “Yo les preparé comida y comían con gusto —recuerda Katerin—. Cuando terminaron, fui a levantar los platos y Lina se levantó a lavarlos. Yo pensé: ‘Esta mujer no lavará un plato en su casa...’”. Esa misma noche, después de la cena, se fue la luz, que funciona de manera intermitente en el ETCR. Con la preocupación por el calor y los insectos, Katerin propuso salir de la casa y contemplar el cielo estrellado; un momento de tranquilidad, para conocerse. “Dentro de mí sentí, Lina es auténtica, su empatía no es un formalismo. Muchas personas ni siquiera quieren saber del Catatumbo y me pareció bonito que una mujer como ella hubiera venido a conocer nuestra realidad”, recuerda Katerin.
Las faldas de la paz
El resultado de este proceso, además de la amistad entre Lina y Katerin, fue el perfeccionamiento de unas faldas con estampados inspirados en la flor de Ixora, reflejando la belleza y la fuerza que surgen a pesar de la adversidad. El 30 de diciembre de 2021, presentaron las faldas en sociedad, en un emotivo desfile que reunió a víctimas del conflicto y a firmantes de paz en la biblioteca Julio Pérez, de Cúcuta. Este evento se convirtió en un escenario donde la moda trascendió lo estético para transformarse en un vehículo de reconciliación y paz. Tras el desfile, Lina comercializó las faldas en su página web y, poco a poco, otras diseñadoras se sumaron a la causa, llevándolas a tiendas y boutiques de la región.

El perdón
En la Feria del Libro de Cúcuta, en septiembre de 2023, compartieron su experiencia en un conversatorio apoyado por la ONU, donde Lina le reveló a Katerin por primera vez su historia personal. “Fue muy emocionante, lloré, grité; en definitiva, lloramos todas y la gente se conmovió mucho”, cuenta Lina, quien dijo ante el público: “Para mí hoy ellas son mujeres sensibles que quieren salir adelante con sus hogares. Se han dedicado a sus familias y a superarse, y tienen la posibilidad de ser perdonadas. Por mi parte, hubo perdón; ahora quiero apoyarlas y que más gente conozca su trabajo por vivir en paz”, concluye Lina.
Gracias al impulso de Lina, a la participación de otras diseñadoras, y al apoyo de la Misión de Verificación de la ONU, la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), y al apoyo de diversas instituciones nacionales como la Agencia para la Reincorporación y Normalización (ARN), así como la Pastoral Social, entre otras, el proyecto se convirtió en un éxito que trascendió las fronteras del Catatumbo.
Además, fue incluido en la Red Nacional de Confecciones por la Paz (RENA C), que agrupa 30 proyectos de confecciones liderados por firmantes de paz en todo el país, lo cual llevó a las mujeres de Ixora a ser protagonistas de desfiles de moda, dentro y fuera de Norte de Santander. Las faldas desfilaron en Tibú, Cúcuta, Ocaña y Bogotá. En 2022 llegaron por primera vez a Medellín, a Colombiamoda, la feria de la industria textil más importante de Colombia y una de las más importantes de América Latina. Y repitieron en 2023 como invitadas especiales en pasarela.

La crisis
En enero de este año, infortunadamente, la violencia alcanzó niveles críticos en el Catatumbo: entre las víctimas mortales se contaron cuatro niños, cuatro líderes sociales y seis excombatientes. “Según la Defensoría del Pueblo, entre enero y abril de 2025 unas 65.000 personas fueron desplazadas, y muchas de ellas aún no han regresado a sus hogares”. Este reporte está incluido en el reciente informe de la Misión de Verificación de las Naciones Unidas en Colombia, publicado este mes: “La Defensoría, la Misión y otros miembros de la comunidad internacional hicieron un llamado al respeto del Derecho Internacional Humanitario”, agrega.
La emergencia ocurría en el territorio de las participantes del proyecto y afectaba a sus vecinos y familiares, por lo cual el taller tuvo que cerrar. “Las mujeres no querían volver, por miedo” — contó Katerin—, recordando que, incluso hoy, “todavía hay muchas familias de firmantes desplazadas”.
Sin embargo, en medio de la crisis, Katerin recibió un mensaje de la Superintendencia de Industria y Comercio que le notificaba que ‘Ixora, inclusivas y autónomas’ ahora era una Marca Registrada. Este proceso, que llevaban gestionando desde hace más de un año, se traduce en que el nombre y los logo-símbolos de su marca no podrá ser usado por nadie más en Colombia y que ahora Ixora tiene un valor jurídico en el país. “No dijimos nada, porque pensamos que no era el momento, por respeto a la situación y por la incertidumbre sobre nuestro futuro”, dice Katerin.
Según ARN, la emergencia humanitaria que enfrentó y enfrenta la región ha tenido profundas repercusiones para el proceso de reincorporación económica, social, comunitaria y política. La entidad informó que actualmente hay 516 firmantes de paz en el Catatumbo: 198 residen en cascos urbanos y 318 en zonas rurales dispersas. La agencia detalló que 31 proyectos productivos de firmantes han sido despojados por grupos armados, mientras que 63 fueron abandonados debido al desplazamiento forzado. Otros 110 enfrentan serias dificultades en el abastecimiento de insumos y la comercialización de sus productos.
El nivel de conflictividad alrededor de Caño Indio se tornó insostenible y la permanencia de los proyectos productivos se puso en duda, lo que llevó a la población firmante a querer salir de la zona y al Gobierno a facilitar su traslado, por motivos de seguridad.
El 12 de mayo de 2025, la Agencia Nacional de Tierras entregó 1.055 hectáreas para el traslado del ETCR Caño Indio a la zona rural de Cúcuta. La ARN planea construir allí viviendas con servicios básicos, y los proyectos productivos se reubicarán más cerca de la ciudad. Mientras se concreta el traslado, el taller de Puntadas por la Paz reabrió tímidamente sus puertas y está actualmente avanzando en una alianza para empezar a producir zapatos; también, la asociación espera que, en el nuevo predio al que será trasladado el ETCR, se adecue un espacio para el traslado del taller con la esperanza de empezar una nueva etapa de este emprendimiento.
En el país, a mayo de 2025, se habían aprobado un total de 6.076 proyectos productivos individuales y colectivos en los que participaba el 99 % de los excombatientes activos en el proceso de reincorporación, incluidas 2.873 mujeres (el 25 %). Puntadas por la paz, es uno de ellos.
Sin embargo, de acuerdo con el último informe de la Misión de Verificación de la ONU persisten retos para avanzar en la sostenibilidad económica de los proyectos productivos colectivos. “Hasta la fecha, solo dos de los 20 proyectos productivos liderados por mujeres contemplados en la estrategia han recibido apoyo. La importante contribución de las cooperativas de mujeres al desarrollo local y la reconciliación —como se observa en Cauca, Caquetá y Norte de Santander— exige un mayor soporte a estas iniciativas”.
Para Katerin “Ixora es un sueño; más allá de lo económico, significa mantener viva la asociación Puntadas por la Paz y la marca”. Lina, por su parte, confía en que las faldas que le ayudaron a perdonar y a sanar, seguirán abriendo caminos de reconciliación y construyendo una paz duradera en Colombia. También espera seguir vendiendo las faldas que se quedaron en stock durante la crisis y que el proyecto y la marca, como la flor que les da su nombre, vuelvan a florecer a pesar de la adversidad y demuestren la resiliencia de quienes firmaron el Acuerdo de Paz y mantienen su compromiso con la paz.

Por: Diego Morales y Jorge Quintero
Oficiales de Información Pública
Misión de Verificación de la ONU en Colombia