Los huevos de la esperanza. En el Patía le apuestan a las gallinas ponedoras para iniciar una nueva vida.
Hace un sol abrasador y casi no corre el viento. El pasto y las montañas se ven muy secos por el calor y la falta de agua. Subiendo un empinado camino se ve un aula rústica de madera y al fondo varios cambuches construidos con lona y plástico, conectados por cuerdas en la que cuelga la ropa recién lavada de quienes aún resisten en el lugar.
Al llegar, la parada obligada es en la improvisada casa de Vicky, una mujer de unos cincuenta y tantos años, curtida por la vida, pero con una sonrisa y una amabilidad propias de quienes ofrecen con el corazón lo poco que tienen. Siempre recibe a los visitantes con un café o una limonada y siempre está atareada. Termina de cocinar en una improvisada mesa y se va a lavar aprovechando que volvió a llegar un poco de agua que bombean desde el acueducto de la vereda.
En el aula de madera hay una reunión en la que se toman decisiones sobre las acciones que se adelantarán para seguir insistiendo en la necesidad de acelerar la adecuación de las viviendas. También se revisa el estado de los proyectos productivos que se están gestionando y se buscan soluciones a la escasez de agua.
Quienes componen el Espacio Territorial de Capacitación y Reincorporación (ETCR) de El Estrecho, ubicado en la vereda la Barca del municipio de Patía, departamento de Cauca, persisten en medio de la adversidad. No quieren volver a la guerra. Una vez dejadas las armas, la decisión de regresar no es una alternativa. Varios de ellos han cumplido el sueño de conformar una familia y es así como cerca de 15 menores de edad hacen ahora parte de su comunidad. Un grupo de 25 excombatientes se aferran a los proyectos productivos que están emprendiendo con el apoyo de Misión de Verificación de la ONU, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), el Servicio Nacional de Aprendizaje (SENA) y la Agencia para la Reincorporación y la Normalización (ARN).
En los últimos meses, han dividido su tiempo entre las clases que reciben del SENA para el cuidado de gallinas ponedoras, el trabajo en la construcción de la bodega de insumos y la adecuación de los galpones para los animales. Finalmente llegó la hora de recibir las gallinas y atendiendo las instrucciones del profesor del SENA, se dividen las tareas: unos van a descargar el camión, otros a pesar y otros a contar las 918 gallinas ponedoras, con las que esperan obtener ingresos de la venta de huevos.
Pensando en el futuro, construyeron una bodega que pueda adaptarse como centro de acopio, pues la idea es tener un negocio organizado y ya están explorando mercados en las veredas cercanas. Además de las gallinas, recibieron los materiales para construir la bodega y adaptar los galpones, alimento para los animales, pesas, malla para organizar la zona de pastoreo, cajas de cartón para almacenar los huevos para la venta y una peladora de pollos para comercializar también su carne. Con el acompañamiento y capacitación del instructor del Sena, trabajan para manejar adecuadamente los animales, llevar las cuentas claras, administrar los gastos y las ganancias y obtener la mejor rentabilidad posible.
“Las cosas no caen del cielo, hay que trabajarlas”, dice Ramón, uno de los integrantes de la cooperativa que conformaron para desarrollar el proyecto. “Anoche el viento se llevó parte del techo de la bodega, así que hay que arreglarlo rápido para no perder las ayudas que recibimos y que están ahí guardadas”, puntualiza.
En el Espacio las cosas no son fáciles. Muchos de los integrantes del grupo han tenido que salir a vivir a las veredas cercanas a pagar arriendo, pues el calor y la falta de agua en el ETCR hacen difícil habitar allí. Eso si, siempre que se requiere, se reúnen para recibir las capacitaciones, trabajar en la bodega y ahora con la llegada de las gallinas se vienen días de mucho trabajo.
Ellos son la prueba de que existe real voluntad de reincorporarse a la vida productiva, por parte de quienes hace un tiempo combatían desde la clandestinidad. Están entusiasmados con la nueva tarea y siguen persistiendo.
Ya piensan en el nombre que le pondrán al negocio. Los huevos de la esperanza suena como el nombre ganador, finalmente, todos los días trabajan para no perder la esperanza que los sacó de la guerra y los ha mantenido firmes hasta ahora.
Por: Nadya Andrea González Alarcón, Oficial de Información Pública - Regional Pasto.
Misión de Verificación de la ONU en Colombia