La soledad se acabó.

19 Nov 2018

La soledad se acabó.

Se escuchan coros y aplausos. Vicky acaba de ser elegida Virreina en el Reinado de la Simpatía que organizó la policía en la vereda de La ventica en el municipio de Patía, en Cauca. Sonríe y agradece al público por su apoyo. Está feliz y desfila con orgullo su vestido con una cinta que dice: “Incansable por la Paz”. Tiene 57 años y 24 de ellos estuvo en la guerrilla de las FARC.

Vicky llegó al Espacio Territorial de Capacitación y Reincorporación (ETCR) de El Estrecho en Cauca, proveniente de La Elvira. Cuando le preguntan por los motivos de su traslado, responde sin duda: “la soledad me aburrió”.

Cuando llegó al ETCR se encontró con el abuelo, como lo conocen todos. Un hombre de caminar pausado por el rigor de las heridas que le dejaron 30 años en la guerra, siempre con un cigarrillo en la boca, que venía de limpiar el plátano que está sembrado cerca del río. Se miraron y así, sin más, se sentaron a conversar. Desde ese día están juntos y la soledad que la hizo salir de la Elvira, se acabó.

Los días de Vicky y el abuelo transcurren en un improvisado cambuche construido con plástico, madera y lona. Ella se esmera por tenerlo siempre ordenado. Muestra con orgullo todas las cosas que le ha traído “su viejo”, como le dice de cariño. “No me falta nada, él me consiente mucho y se preocupa porque siempre esté bien”, apunta ella. “Yo ya no sé qué haría sin ella”, responde él mientras la mira con ternura.

Al lado de la habitación construyeron una pequeña cocina en donde siempre está el fogón prendido, ablandando fríjoles o hirviendo tinto para todos los que llegan al ETCR. Limonada, gelatina... siempre hay algo para brindar en la casa de Vicky y el abuelo. Fuerza pública, funcionarios de diversas entidades, personal de la Misión de Verificación de la ONU y habitantes del Espacio, todos encuentran en la humilde vivienda algo de tomar en medio del intenso sol.

Vicky habla de su pasado con la tranquilidad de haberlo dejado atrás. Se fue a la guerrilla siendo joven, buscando ingresos para su familia. Debía mantener a sus dos hijos y el dinero no alcanzaba. “Empecé haciendo mandados. Compraba y llevaba cosas para ellos. Con el tiempo me fui involucrando y un día, ya no me fui. Por mucho tiempo llevé un fusil, pero nunca lo disparé. Jamás volvería a cargar un arma”, afirma con seguridad.

Luego de una larga caminata, un buen día su comandante la dejó ir a casa. Tal vez la extrema delgadez que ostentaba producto de las exigencias del monte, hizo que le dieran la opción de regresar a la vida que había dejado atrás. Volvió sin pensarlo dos veces con sus hijos, pero el pasado la alcanzó y fue capturada años después. Ya en la cárcel, entendiendo que no podía perder el tiempo, validó el bachillerato y gracias a su buen comportamiento y trabajo, logró rebaja de su pena y finalmente le otorgaron la casa por cárcel.  “Me llamó la atención estudiar, porque así uno aprende a expresarse. Me gustaba escribir fábulas. Pero el cuaderno se me perdió”, dice con nostalgia.

Hoy en día Vicky vive una vida tranquila al lado del abuelo en el ETCR. Trabajan por turnos cuidando las gallinas del proyecto productivo que están adelantando con la cooperativa, viendo el cultivo de plátano, asistiendo a las capacitaciones que llegan al Espacio Territorial. No hay tiempo para estar quietos, entre las tareas que exige el proceso de reincorporación y las de la casa, hay bastante por hacer. Lavar la ropa, cocinar, tejer. Ahora Vicky vende obleas para tener “su platica”. Pero ella quiere más y su sueño es volver a su casa para montar un taller de confección.

En la plenitud de su vida, quiere empezar de nuevo. Atrás quedaron los días de largas caminatas, lejos de su familia y siempre temiendo por su vida. Piensa en lo que ha vivido y con lágrimas en los ojos reconoce que su mayor arrepentimiento es haber dejado a sus hijos. Ya el tiempo perdido no puede recuperarse, pero es posible construir un mejor futuro. Vicky y el abuelo están convencidos de que no hay vuelta atrás.  Están dispuestos a aprovechar la oportunidad que llegó con la firma del acuerdo. Ahora tienen la esperanza de pasar el resto de sus años, juntos y en paz.  

 

Por: Nadya González, Oficial de Información Pública, Regional Pasto.
Misión de Verificación de la ONU en Colombia.