Declaración conjunta del Representante Especial del Secretario General de la ONU para Colombia, Jean Arnault y del Enviado Especial de la Unión Europea para la Paz en Colombia, Eamon Gilmore, sobre el Segundo Aniversario de la Firma del Acuerdo de Paz.
Bogotá, noviembre 24 de 2018 - Hoy celebramos el segundo aniversario del Acuerdo Final de Paz firmado por el gobierno de Colombia y las FARC-EP el 24 de noviembre de 2016 en el Teatro Colón de Bogotá.
Producto de seis años de negociaciones, el Acuerdo puso fin a uno de los conflictos internos más largos y más cruentos en el continente americano y en el mundo.
Durante los 24 meses transcurridos desde la firma del Acuerdo Final, acontecimientos de la mayor importancia han ocurrido:
- El cese definitivo del fuego y de las hostilidades y con el, el descenso de indicadores de violencia importantes.
- El inicio del tránsito a la vida civil de más de 13,000 miembros de las FARC-EP, incluyendo unos 3000 privados de libertad.
- La dejación y destrucción de unas nueve mil armas de todo calibre, de toneladas de explosivos y de decenas de miles de municiones.
- La transformación de la organización guerrillera en partido político y su participación electoral y parlamentaria.
El impacto de estos eventos sobre la vida nacional no se hizo esperar: los procesos electorales parlamentario y presidencial, iniciados apenas cuatro meses después de la dejación de armas fueron los más pacíficos y participativos en décadas.
Mas allá de las dinámicas políticas, se puede observar en los territorios afectados por la confrontación una voluntad general de aprovechar las oportunidades derivadas del Acuerdo de Paz. En este deseo se unen comunidades campesinas, organizaciones locales, jóvenes, empresarios, mujeres, pueblos étnicos, exguerrilleros comprometidos con la reincorporación a la vida civil, todos convencidos de que existen hoy opciones sin precedentes para el desarrollo, la convivencia y la reconciliación.
A esta voluntad de dejar atrás la confrontación se suma una condena universal hacia la violencia, independientemente de sus propósitos y de donde provenga, ilustrada por el Pacto Nacional para la Vida firmado en Apartadó en agosto pasado.
Inseparable de la valoración del proceso de paz es el progreso hacia la verdad, la justicia y la reparación para las innumerables víctimas del conflicto. Los avances han sido difíciles, pero la Jurisdicción Especial para la Paz, que busca combinar el pleno respeto al debido proceso, la participación de las víctimas y sanciones restaurativas para los participantes en el conflicto está ahora en marcha; la Comisión de la Verdad está a punto de iniciar su labor de esclarecimiento, reconocimiento y reconciliación en todo el país. Confiamos que, juntamente con la Unidad de Búsqueda de Desaparecidos, este Sistema de Verdad, Justicia y Reparación permita al país alcanzar el justo equilibrio entre las exigencias de la Justicia y los pre-requisitos de la paz.
Estas realidades positivas nacidas del proceso de paz no disimulan sus desafíos dramáticamente evidenciadas por la situación de violencia que siguen viviendo regiones como el Catatumbo, Nariño o el Cauca donde, dos años después de la firma del Acuerdo Final con la FARC, las comunidades carecen todavía de garantías fundamentales. Una de las expresiones más negativas de esta violencia es la persistencia del asesinato de líderes sociales. El reto es indudablemente incrementar la presencia de las instituciones estatales para hacer llegar a los territorios los dividendos de la paz a los cuales las comunidades aspiran: seguridad, educación, salud, tierra, infraestructura y oportunidades de desarrollo alternativas a las economías ilegales. La tarea es inmensa, la articulación de todas las instituciones imprescindible, la contribución de los actores regionales a su propio desarrollo decisiva.
Con este gran proyecto de paz con desarrollo, justicia y equidad, la comunidad internacional está plenamente identificada, como lo ha manifestado en múltiples foros, incluyendo el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. A nivel internacional existe conciencia de los retos que el país ha superado y de los desafíos que están todavía por delante. Este segundo aniversario es entonces la oportunidad para felicitar a la sociedad colombiana por el progreso alcanzado, alentarla frente a los desafíos del futuro, y comprometer el apoyo internacional con los esfuerzos del Estado y de la sociedad civil para que Colombia se vuelva el ejemplo de tránsito exitoso de la guerra a la paz que el mundo necesita.
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