“No volvería a la pesadilla de la guerra”

9 Jul 2018

“No volvería a la pesadilla de la guerra”


Edilson Sánchez fabrica atrapasueños en el Espacio Territorial de Capacitación y Reincorporación de La Plancha, en Anorí. Un año después de la Dejación de Armas, esta es su historia.
 

Edilson Sánchez, de 33 años, trabaja en la sastrería de La Plancha y en sus ratos libres confecciona los atrapasueños.
 

— De dónde vienen los atrapasueños? 

— De espantar pesadillas. No sé muy bien la historia, pero lo que me han contado es que los indígenas de hace mucho tiempo creían que si se ponían en la habitación y alguien sufría pesadillas o era de los que se levantaba en las noches a caminar dormido, estas angustias desaparecían—, responde Edilson Enrique Sánchez, excombatiente de Farc, de 33 años, la mitad de su vida en la guerrilla.

—¿Y tiene pesadillas?

—La pesadilla es la guerra. Yo no volvería a la pesadilla de la guerra. No volvería a la guerra nunca... Tendría que ser que me obliguen, pero mientras no sea eso, de una u otra manera creo que voy sobreviviendo, a pesar de que las cosas se tornen difíciles no volvería nunca, no pasa por mi mente, creo que es una etapa que se vivió, que ya pasó y creo que hasta ahí la podemos dejar.

—¿Y con qué sueña?

—No me he puesto a pensar mucho en un sueño así como grande. El único que puedo tener es trabajar. En esta situación, uno piensa muchas cosas y espera que alguna se pueda dar. Lo que sueño es poder profesionalizarme en este trabajo de las confecciones, mirar si hay posibilidad de trabajar en esto que es algo que a mí me gusta.

¿Y estos atrapasueños tienen un significado especial?

—Para serle sincero no les he dado un sentido en especial. Se los está poniendo la gente que los ve y le gusta mi trabajo. Yo lo estoy haciendo como pasatiempo en los momentos libres. En uno grande me demoro todo un día. En uno pequeño como estos me demoro entre 4 y 5 horas. Me gusta, me relaja. Me gusta la mezcla de colores. Primero los hacía y los iba poniendo por ahí y empezaron a preguntarlos y los están comprando.
 


— ¿Cómo aprendió a elaborarlos?

Acá les enseñaron a algunos muchachos y después en un momento de tiempo libre que no había nada qué hacer me puse a verlos a ellos trabajar. Viéndolos trabajar aprendí y me gustó ese trabajo. Me pareció algo bueno en lo que uno puede entretenerse un rato y también después de que los hice hubo personas a las que les gustó y que los averiguaban. Los mantengo por ahí guardados por si alguien por alguna razón viene y se antoja.

Hace un año dejó el arma, qué ha cambiado desde entonces…

—Pues mire lo que hago. Mi vida ahora es sacar adelante esta sastrería y en los ratos libres los atrapasueños… El cambio es que no tengo arma ya. Uno sigue siendo un ser humano como siempre. La diferencia en ese momento es que tenía uno un arma encima, pero yo era un ser humano igual que el resto de las personas. No se puede juzgar a alguien por el solo hecho de haber vivido algo, solamente vivir las experiencias para poder opinar sobre determinadas circunstancias… Hay muchas cosas que juzgan porque nunca les ha tocado rigores de la guerra…


El diálogo con Edilson Sánchez Posso no es muy largo porque tiene que confeccionar varios morrales en la sastrería del Espacio Territorial de Capacitación y Reincorporación de La Plancha, en Anorí, nordeste de Antioquia. Este local, con 10 trabajadores, representa para varios excombatientes un proyecto de autogestión en el que otros integrantes de Farc, comunidad, visitantes y hasta la Fuerza Pública se acercan para conseguir sudaderas, bolsos, morrales, entre otros productos.




“Esto es gracias al esfuerzo que hemos hecho y la maquinaria la teníamos cuando estábamos en guerra para hacer uniformes… Han sido logros personales de nosotros y tenemos muchas esperanzas en esto. Queremos sacarlo adelante. Los atrapasueños me relajan y me causan alegría cuando veo que la gente admira el trabajo, pero esto de la sastrería es lo que necesito hacer para vivir y pensar en un futuro”, añade Edilson.

Junto con sus compañeros de trabajo ve lejano volver a tomar un fusil y se alegra cuando la gente llega a conocer los productos de la sastrería. “Los morrales han gustado mucho, pero quien creyera, mis atrapasueños han causado interés… Pero me quedaría difícil vivir de ello”.

Para Edilson, quien ahora en vez de un fusil carga un metro de costura, y busca hilos de colores y plumas para sus atrapasueños, el proceso de paz es oportunidad. Pese a que la reincorporación ha sido compleja, ahora quiere pensar en futuro. “Hay gente que también cree que el atrapasueños sostiene el destino”.

—¿Y cuál es su destino?

—No sé… Que me dejen ser alguien profesional… Yo a la guerra no vuelvo.

 

Por: Elizabeth Yarce, Oficial de Información Pública - regional Medellín. 
Misión de Verificación de la ONU en Colombia.